Piezas que hablan de la abundancia natural y cultural del continente americano, de celebrar la grandeza de las cosas pequeñas, de retornar a lo frugal, a la esencia.
Cada fríjol fue sembrado, cosechado y seleccionado a mano en fincas antioqueñas, donde cuidamos cientos de variedades. El hilo es de cumare, palma amazónica que el pueblo Coreguaje cosecha y teje manualmente en Caquetá.
Cada fríjol dorado nace de un molde hecho con un fríjol natural, usando la técnica precolombina de la cera perdida. El trabajo es en bronce, bañado en oro de 24k.